La huerta

Las zonas dedicadas tradicionalmente a la horticultura se encuentran a lo largo y ancho de toda la comarca de la Sierra de Segura, localizándose en los valles y en las navas. Estos cultivos dedicados al consumo familiar, se vienen desarrollando de forma frecuente desde las primeras poblaciones neolíticas, con una fase de fuerte consolidación en la época árabe, configurando un paisaje rural diversificado. Aunque actualmente muchas de estas huertas se encuentran abandonadas, gran parte de las que se ponen de nuevo en aprovechamiento se dedican al cultivo ecológico.
El hombre siempre estuvo presente en estas zonas, de modo que a lo largo de los principales ríos y arroyos de esta sierra, podemos apreciar hermosas huertas, donde se conservan con su originaria fisonomía estas zonas de cultivo, con un marcado carácter de economía de subsistencia, ya que los habitantes de estos lugares dependían prácticamente de lo que se producía en estos terrenos, por lo que se han utilizado y aprovechado al máximo, con un perfecto conocimiento de la agricultura, las más tradicionales técnicas de cultivo y de lucha contra plagas y enfermedades.
La preparación de la tierra, la siembra, las plantaciones, el seguimiento de los ciclos de las plantas y la recolección son experiencias sin incógnitas para el serrano. No son pocos los saberes que encierra: conocer las condiciones ambientales, clima, suelo; la dirección de los vientos dominantes de la región y sus velocidades para amparar «el hortalucho» por medio de setos y cortavientos; preparar y proteger los semilleros y plantas.
Las hortalizas requieren por lo general un clima calido-templado, de ahí que se elijan terrenos expuestos al mediodía o poniente, nunca al norte porque ellos saben que la luz es un factor esencial para el crecimiento en las plantas; para el replanteo del huerto se eligen las zonas más iluminadas de la parcela. Debido al tamaño de las parcelas, a su situación lejos del cortijo y muy empinada, al tipo de explotación de autoconsumo, la mecanización está lejos de producirse. El «coche de sanfernando» o el «dos celindros» son los ejemplos. Ambas hacen crujir «los muelles de la vida» dicen los «labraores»: la azada, el arado de tracción animal, el escavillo, pico y pala, etc.
Pero donde el serrano demuestra su sabiduría de siglos es en el trazado de los «caballones»: la patata, la habichuela, la remolacha, el pimiento; cada planta requiere un tipo y todos calculados para que la inclinación del terreno permita su riego por inundación con facilidad.
Por lo general son huertas orgánicas, naturales y económicas que apenas introducen abonos que no sean naturales («basura» de oveja) porque son expertos en tres principios fundamentales: Asociaciones de plantas, rotación adecuada y abonos orgánicos.
En estos recoletos y quebrados terrenos parece haberse logrado conciliar propósitos estéticos, ecológicos y recreativos: desde ellos contemplamos el espectacular paisaje circundante de montañas y el estrecho valle que anuncia la proximidad del arroyo, regato o fuente próxima. Chopos, nogales, manzanos, perales, cerezos, membrillos, zarzas, mimbres rodean el hortal: la patata, el boniato, calabacín, calabaza, pepino, acelga, garbanzo, habas, cardo, tomate, pimientos, lechuga, brécol, escarolas, fresas, cebolla blanca, ajos, coles, berza, coliflor, habichuela moruna, mocha colora y blanca, remolacha, perejil y rábanos. Esparcidos, crecen el orégano, la mejorana, rabo de gato, poleo y muchos más.
Uno de los árboles más abundantes es la noguera. Las producciones van encaminadas a la obtención de madera, nogalina y nueces. Mención especial merece la nuez serrana que por el sabor y calidad de su fruto ha alcanzado cotas importantes de mercado tanto en el comarcal como fuera de él en la zona de Murcia y del Levante español.

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